lunes, 20 de octubre de 2014

El rugby

Todo el mundo conoce el rugby por la famosa comparación que se hace de él con el fútbol, pero solamente quien lo ha probado, entiende la verdadera dimensión de este deporte.

El juego, en sí, es bastante más complejo de lo que la gente percibe, aunque el objetivo del mismo se puede definir en una sola palabra, un verbo: “avanzar”. Luego ya empiezan a intervenir otras premisas: no se puede pasar hacia delante, se puede placar de los hombros a los tobillos… pero lo importante es avanzar.


Cuanto más se adentra uno en este deporte, más se da cuenta de que el rugby es mucho más que un juego. El rugby es una escuela de valores, donde, más allá de las reglas y la técnica, se aprende, sobre todo, a respetar. Respetar al compañero, respetar al rival, respetar al árbitro, respetar el espíritu del juego, ser leal, ser noble.

El rugby es un deporte de contacto. De contactos duros. Es un deporte que se juega con agresividad, que no violencia, y donde, a veces, las menos, se llega a las manos, sí. Pero es un deporte que huye de la polémica, donde lo que pasa en el campo, se queda en el campo y donde las posibles asperezas del partido, se liman, cerveza en mano, en el Tercer tiempo, tradición según la cual, el equipo local invita a beber y comer al visitante al acabar el encuentro.

Todo esto añade al rugby una dimensión social que hace que, tanto el deporte, como los valores y la pasión que genera, se transmitan sin remisión de padres a hijos y que quien lo practica, le confiera, en su vida, un puesto muy alto en su lista de prioridades y actividades semanales.

El rugby es sufrimiento. El rugby es un trabajo de equipo. Del rugby uno saca, más que compañeros, hermanos de sangre, amigos para toda la vida. Y aprende a respetar a cada uno como es y, como dijo el actual entrenador de los All Blacks neozelandeses, a ser “humilde en las victorias y humilde en las derrotas”. 

Espero, próximamente, poder hablaros de los diferentes aspectos de una de mis pasiones, la que durante muchos años fue la novia a la que le dedicaba mis noches de los lunes, martes y jueves, mis sábados y mis domingos.

Por Raimundo Saporta, @RaiSaporta

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